Come, Reza, Ama.

Publicado el 7 de marzo de 2023, 20:55

Come (¿Parte 1?)

Siempre me gustó la archi conocida Come, Reza, Ama en la que una protagonista Julia Roberts pone cara al libro de Elizabeth Gilbert en la que relata una parte de su vida. Es un clásico en mi vida , la veo al menos una vez al año y siempre saco algún mensaje diferente entre líneas. Si no has leído el libro te lo recomiendo, es infinitamente mejor a la película.

Si me conoces de hace un tiempo, me habrás escuchado decir que en su momento yo tuve a mi manera mi propio come, reza, ama, y que algún día contaría mi historia, tengo para escribir varios libros y esta sin duda será un capítulo de él, pero mientras llega te cuento un poquito que me apetece.

Haz una pausa hazte un té o café que te lo amenizo yo. Venga que te espero.

Mi versión no ocurre ni en las calles de Italia, ni en Bali, ni en la India, ya me gustaría a mí, pero dame tiempo, la de Roma la tengo ;) que puede dar para otro capítulo, pero de momento vamos a centrarnos en este ahora.

Mi Come sucede en las carreteras de España, aquí una madre (inconsciente ella), no tiene mejor idea que recorrerse la península en furgoneta en un mes de Julio, sin aire acondicionado y cruzar todo el país con dos niños muy intensos en edad de “mamá me ha mirado” “mamá el hermano no calla” “¿mamá queda mucho?” “me hago pis” (cada media hora). Creo que de este viaje una parte de mí la debieron de beatificar porque yo no sé como no me dejé a alguno en una gasolinera.

Y así desde mi querida playa de Málaga, hasta Finisterre, donde dicen que termina la tierra. Y allí creo que una parte de mí también, pero no te adelantes hasta llegar allí.

Primera parada, Sevilla.

A la fresquita, 4 de la tarde. Ahí empezó mi viaje, debía despedir a una hermana de alma, un ser de luz que hizo su papel aquí y se fue más joven de lo habitual. Es de esas personas que no necesitas que lleven tu sangre para sentir que es tu hermana, es uno de mis ángeles guía, la veo y la escucho y cada cumpleaños bien se ocupa de felicitarme.

- ¿Mamá qué hay de comer?

- Lentejas.

Si quieres las comes y sino las dejas

Así continuamos, con las lentejas sudando por cada poro de nuestra piel. Con el recuerdo encendido de quienes ya no están. Con ella, tuve uno de los primeros actos de fe más grande. (Pero esto lo dejo para otro capítulo) La vida a veces puede parecernos cruel, pero cuando ves regalos por todas partes y sales del victimismo de la vida, entiendes que cada encuentro con aquellos que pactaste venir es un regalo, porque existiendo el libre albedrío podría no haberse dado nunca. Agradece cada vínculo con las personas que ha aparecido en tu vida, haya sido el tiempo que haya cumplido o si aún están, porque es un regalo. Es como las lentejas, lo tomas como un regalo o sino lo dejas en el saco de experiencias a lamentar, tú decides.

De ahí, nos adentramos en la profunda España, en plena ola de calor. Extremadura y su sequedad nos recibía con los brazos abiertos, para que en cuanto te bajases de la furgo hecha un charquito de sudor, te diese una torta de calor.

¿Objetivo? Buscar piscinas naturales.

Creo que podría hacer una guía de todas las piscinas naturales de España de sur a norte y norte a sur (porque bajé por otro lado) que ríete tú de las guías Repsol.

Llegamos a unas, pegadas a la frontera de Portugal, La Codosera. Fría como ellas solas, se agradecía. Muchos tomatitos cherry hasta llegar allí, y muchas conversaciones de furgoneta de las que lloras de la risa.

- ¿Mamá que hay de merendar?

- Gusanitos.

Gusanitos

Sí, a veces soy de esas madres un poco flojas que hacen como las que no ven y les deja que coman alguna cosa llena de vetúasabéqué pero cuando los 42 grados a la sombra y horas y horas de calor sin aire acondicionado lo único que quieres es meterte en la piscina y ser esa niña que en su época también merendaba gusanitos, ¿quién no lo ha hecho? Que confiese y vaya a por un paquete y se lo coma, porque no ha tenido infancia. La vida a veces nos presenta situaciones para que soltemos el perfeccionismo, esas reglas instauradas tan sólo en nuestra cabeza y que volvamos a ser un poco niños en verano, donde cada experiencia o cosa fuera de lo común y del día a día era un evento a celebrar y hecho que recordar.

Recuerdo que al lado de estas piscinas, había un pequeño bosquecito, donde pasa el río que da agua a estas piscinas, es de esos bosques que cuando lo miras de día dices, ¡qué paz! ¡qué tranquilidad!. Pero cuando cae la noche y estás sola y tienes que ir hacer pis, vas corriendo y apretando el culo porque vaya ser que te salga el niño del saco del maizal. Porque lo que había al lado era un maizal, que no sé por qué me dan tanto yuyu, y tanto puaggg el maíz. Y eso que ni veo películas de terror, ni he tenido traumas con un grano de maíz.

- ¿Mamá , …… (venga sí acaba tú la frase)?

- Vamos a cenar una tortilla liá.

Tortilla liá

Una tortillita liá, que para liadas la mía. Soy de esas personas que no me gusta planificar mucho, películas me monto muchas en mi cabeza, sí, pero ese es el motor que me tiene activa, las mentes creativas somos así soñadora innata. Ahora eso de hacer un croquis y llevar un plan ceñido, ñññññaaaaa ya para otra, sólo sé que debía llegar al norte, para hacer mi Reza particular, sin saber aún que lo era, mucho pasó todavía entre medias.

Así que bate bate a la mente, mi próxima parada seguiría siendo objetivo piscina natural, combinado con algo que hacer o ver.

Había caído ya la cena, y los que habían cenado; era mi momento, momento mamá. Es mi preferido cuando viajo en furgo, porque sientes ese “privilegio” que da el verte ese lugar sólo para ti. Durante el día los lugares suelen ser un río de gentes, playas llenas, campos llenos, estacionamientos que parece un paseo marítimo… Pero cuando cae la noche, cada mochuelo a su olivo, y te quedas sola (si eres de las mías que va donde no suele ir nadie).

Ahí estás tú. La naturaleza, la luna, las estrellas, tú y nadie más. Entonces entras en un diálogo con lo que tengas a tu alrededor. El mar habla entre olas, se lleva pensamientos y emociones en cada ola, la de lágrimas que se ha llevado el mar de la noche de mí.

Con la luna he tenido también muchas charlas, la he podido ver nacer desde el mar, que es de lo más mágico y bonito que he visto. He ido observando como se iba moviendo al son de la música de mi móvil y olor a incienso, conforme iba pasando la noche.

Los árboles es otra historia, si cierras los ojos puedes escuchar el silbido de las hojas, y si los abres ves una sombra que con la luz del día no puedes apreciar.

Pero sobretodo es un momento de conexión, para mí es meditar con el corazón abierto. Y si vas con alguien tiene un no se qué ese momento, donde suceden confesiones, complicidad…será eso, que la naturaleza abre el corazón y los sentidos y te cocina un plato de momentos únicos que recordar.

¿Continuamos con la parte 2 de Come? Aún hasta llegar al norte me quedaban al menos unas 4 paradas. Muchos “¿mamá qué hay de comer?”

Si te ha gustado, me gustará a mí también saberlo :) por aquí o dándole amorcito en redes compartiendo mis historias :P

Te abrazo grande.

Con cariño.

Victoria.

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